Motivación y rendimiento

¿Cuál es la motivación que mueve a las personas a hacer las cosas? ¿Qué procesos existen para que las personas dirijan y persistan en su comportamiento a la hora de conseguir determinadas metas u objetivos? A pesar de todos los estudios e investigaciones que se llevan...

¿Cuál es la motivación que mueve a las personas a hacer las cosas? ¿Qué procesos existen para que las personas dirijan y persistan en su comportamiento a la hora de conseguir determinadas metas u objetivos?

A pesar de todos los estudios e investigaciones que se llevan a cabo para determinar estos motivos, al final, existen siempre factores inconscientes e individuales. Dichos factores hacen que sea muy complicado conocer con exactitud qué motiva a las personas a actuar de una manera u otra en diferentes situaciones.

Teniendo en cuenta esto, podemos definir la motivación, de una forma sencilla y entendedora, como “el conjunto de factores internos y externos que nos incitan a realizar una determinada acción”.

Algunos estudios señalan que hay, como mínimo, dos estilos de motivación. Por un lado, están aquellas personas que se sienten motivadas por la tarea, es decir, por aquello que realizan. Mientras que, por el otro lado, encontramos a aquellas personas que lo que más les motiva es el prestigio social.

Otros autores, aunque no se refieren exactamente a lo mismo, las diferencian como motivación interna o intrínseca y motivación externa o extrínseca.

En cualquier caso, todos tenemos un tipo de motivación que predomina sobre la otra. Aunque, también es cierto que, independientemente de cuál sea el tipo de motivación que cada uno de nosotros utilice de forma preferente, todos podemos decantarnos, en un momento dado, por cualquiera de los dos estilos.

Motivación por el trabajo o por el reconocimiento social
Las personas que se mueven por la motivación intrínseca, son aquellas que se interesan por lo que hacen y su satisfacción personal se basa en el trabajo bien hecho. Este tipo de motivación hace que las personas difícilmente abandonen las actividades o trabajos que realizan. A su vez, no necesitan que se les reconozca el esfuerzo invertido en llevarlas a cabo ni tampoco esperan recompensas o premios por realizarlas.

El ejemplo más claro de este tipo de motivación, lo podemos encontrar en las aficiones o hobbies. Las personas que tienen un hobby disfrutan de él sin esperar ningún tipo de compensación por ello. Es más, en muchos casos, tampoco necesitan que nadie más lo sepa. Otro ejemplo son las personas que se dedican a profesiones vocacionales.

En cambio, las personas en las que predomina la motivación extrínseca, realizan las tareas por la importancia que los demás dan a lo que hacen. Esto es, precisamente, lo que les impulsa a realizarlas. De esta forma, su satisfacción personal depende de la respuesta positiva de su entorno social. En este caso, las personas con esta motivación, concentran todas las energías en conseguir los objetivos si creen que lo que hacen va a mejorar su prestigio o estatus.

Ahora bien, aunque parezca que estos estilos o tipos de motivación son radicalmente opuestos, no son incompatibles entre sí. En nuestra vida cotidiana, pueden actuar los dos tipos de motivación a la vez. Principalmente, esto sucede porque hay factores inconscientes que entran en juego e influyen a la hora de utilizar un tipo u otro de motivación.

¿Qué tipo de motivación es mejor?
Seguramente, habrás oído en alguna ocasión, que es preferible actuar por motivación intrínseca. El argumento más utilizado es que este tipo de motivación, no solo ayuda a esforzarnos por conseguir los objetivos que nos marcamos, sino que, una vez los conseguimos, ayuda a mantenerlos en el tiempo realizando esa misma tarea.

Sin embargo, hay veces en que es necesario potenciar o apoyarnos en la motivación extrínseca para actuar. Cuando la motivación intrínseca no es suficiente, centrarnos en algún tipo de recompensa o reconocimiento externo puede ayudarnos a seguir esforzándonos en realizar esa actividad.

Es esencial encontrar el equilibrio entre ambas motivaciones y saberlas utilizar en su justa medida, según las necesidades o circunstancias de cada situación. Aunque cada persona se mueva por una u otra, es lo ideal para aumentar nuestro rendimiento, conseguir nuestros objetivos y preservar nuestro bienestar personal.

Motivación, perseverancia, autoconfianza y rendimiento
La motivación no afecta directamente en el resultado, pero sí que lo hace sobre el rendimiento. Las personas motivadas dedican mucho tiempo y esfuerzo a aquello a lo que se dedican. Principalmente, ponen todo el foco de atención en la tarea que estén realizando y evitando o disminuyendo así, las distracciones. Todo ello, sin duda, repercute positivamente sobre el rendimiento.

Además, existe una relación directa entre rendimiento y la percepción de las personas sobre su habilidad a la hora de realizar una determinada tarea. Así, el rendimiento aumenta cuando la percepción que tengo sobre mi propia capacidad es elevada. Esta percepción sobre las propias competencias es lo que conocemos todos como autoconfianza.

De esta forma, se crea la siguiente cadena: cuando una persona es consciente de que puede desempeñar una tarea con éxito, autoconfianza, su motivación por seguir esforzándose en realizarla es elevada, perseverancia, y esto, a su vez, hace que la probabilidad de que esa tarea le salga bien aumente rendimiento.

¿Y qué podemos hacer para mantener la perseverancia?
Es cierto que la motivación no es estable en el tiempo. Hay momentos en que es alta y otros en que disminuye, sin embargo y a pesar de ello, hay acciones que te pueden ayudar a aumentarla.

Desarrolla un plan de acción
Divide tu meta final en diferentes submetas. Defínelas bien y establece los plazos de tiempo para conseguirlas. Cuando aparezcan momentos de duda o dificultad asume estas dificultades como parte necesaria del proceso porque, una vez superadas, saldrás reforzado y tu objetivo final estará más cerca.

Disfruta del camino y de cada momento
Pon toda tu energía y atención en lo que estés realizando en cada momento. Evita las quejas y las excusas. Son elementos distractores que restan energía y no solucionan nada. Como vemos pues, al final, la perseverancia es, en todo caso, el factor que subyace y que es absolutamente necesario para conseguir el éxito en aquello que hagamos.

“El 80% del éxito se basa simplemente en insistir” – Woody Allen – .

 

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